viernes, 8 de septiembre de 2017

Tungas | La familia bajo el escenario





Exactamente un 26 de Abril de 2014, en Casa Del Lago se presentó oficialmente Vamos Perdiendo el Corazón, El tercer disco de Tungas, quienes posiblemente no tenían idea de lo que pasaría en las siguientes horas, ni en los siguientes años. 


Ese día lo recuerdo porque estaba nublado, y durante gran parte del camino discutí con quien me acompañaba si el clima sería un factor que afectara el aforo del show. Llegamos y alguien leia un poema, mientras un grupo de personas sentadas se preguntaban a qué hora saldrían a tocar los Tungas. El show empezó, y muchos tomaron la decisión de quedarse al margen, disfrutando de la música desde cualquiera de los laterales del foro o en la parte de atrás, en donde podía apreciarse el show con una visión excepcional. Yo y el amigo con el que iba, decidimos quedarnos al centro, casi hasta adelante. No sabíamos que iba a pasar, pero empezaron a escucharse las primeras canciones, fue más o menos en la tercera cuando dos tipos con crestas altas y chamarras con estoperoles empezaron a provocar el moshpit. Vimos que se empujaban y sin éxito intentaban que más asistentes se unieran, por lo que mi amigo y yo decidimos entrar, yo empuje ligeramente a uno de ellos, el otro devolvió el empujón, y antes de que terminara la canción habíamos 20 o 30 personas formando un moshpit lleno de energía y pasión. 


La tocada transcurrió, todo se salió de control. Nadie lo esperaba. Ese show se convirtió en algo inolvidable, que solo puede contar quien estuvo ahí, porque, por experiencia propia puedo decir que ni en las fotos ni en los videos que se pueden encontrar en internet, se va a poder sentir nunca el calor humano, la hermandad, la libertad y la adrenalina que da estar ahí, en el momento justo. 




En los últimos 3 años he visto tocar a Tungas más veces de las que puedo contar. Algunas siendo ellos los headliners, y en otras abriendo sowhs o tocando mano a mano con otros compañeros, siempre dándolo todo arriba del escenario, dejando caer hasta la última gota de sudor antes de dar por finalizada su actuación.
  

Cuando se anunció la fecha de despedida para Vamos Perdiendo el Corazón, supe que tenía que estar ahí, sentí un poco de tristeza y nostalgia por que fuera el fin de un disco importante en mi vida, pero me sentí alegre por ver todo lo que había sucedido sin que me diera cuenta en estos 3 años. Ya nada era igual, los Tungas ya no son los mismos, yo no soy el mismo, mis amigos son otros y las cosas que hago cada día son muy diferentes a lo que era en 2014, pero, sin siquiera dudarlo, sé que el sentimiento sigue ahí, igual de fuerte que hace años e igual de explosivo que en cada show.


Acompañaban Días difíciles y Camiches, dos enormes bandas. Las indicadas para dar inicio a este día tan especial.

Aunque durante las primeras horas me sentí un poco abrumado por ver a tantas cámaras al frente tapando la visión de los asistentes que tenían un lugar menos privilegiado, poco a poco el mismo público fue haciendo lo propio, rebasando a los camarógrafos para estar lo más cerca posible del escenario.

Aunque no tuve la suerte de ver la actuación completa de Días difíciles, cuando llegue al foro Bizarro, la gente se veía bastante emocionada, por lo que deduzco que su show fue muy bueno. 

Que chingon recibimiento, decían los Camiches asombrados por ver a tanta gente corearlos, y el público respondía con gritos de emoción, con peticiones de canciones y con los puños arriba “Camiches, camiches, camiches” retumbaba en cada esquina del bizarro.


Yo ya estaba bañado en sudor, con esa sensación de asfixia inminente común en las tocadas. Había dejado todo el aire que a mis pulmones le quedaban en el show de Camiches, y sentí alivio por el pequeño descanso que el cambio de grupo me dio. No había mucha luz, y solo se podía ver a algunos miembros del staff arreglando los últimos detalles para que el show principal iniciara, cuando todo comenzó a entrar en ambiente. En la música de fondo, empezó a sonar “American Idiot” y varios de los asistentes comenzaron a corear y bailar la canción. No lo pude evitar y deje salir un grito de emoción, demasiado estruendoso, quizá. La chica que estaba enfrente de mi volteo entre aturdida y sorprendida por mi emoción, sonrió ligeramente, y como siguiéndome comenzó a cantar. A ese punto, ya todo el público estaba en el mismo canal, éramos uno mismo, comprendíamos la emoción de las otras 299 personas alrededor. Estábamos ahí por el mismo fin. 


Como un preludio a lo que venía, continuo de fondo The Kids Aren’t Alright de The Offspring. Cada vez se escuchaban más fuerte los Hohoo que los asistentes seguían fielmente durante la canción. 


Todo se apagó, los Tungas estaban en el escenario y ya todo estaba listo. Era más que obvio que el Foro bizarro estaba por explotar. 

Comenzó el show, se tocó de pies a cabeza Vamos Perdiendo el Corazón pasando por momento emblemáticos, como la emotividad que da Todo es tu culpa o el espíritu de rebeldía y hermandad que todos sentimos al escuchar El ferrocarril. La tan esperada colaboración de Ixchel Pérez en La Estructura sigue intacta hizo explotar a todos y cuando llego el momento de Juventud deprimida el ambiente ya era por demás cálido y excepcional. Vinieron algunas canciones mas, y como siempre, la actuación de Tungas fue pulcra y sin errores, con todo eso que ya es conocido de ellos en cada show.




Pero hay una historia, de la que hasta ahora ningún medio ha hablado, porque no todos la vivieron.

No tan cerca del escenario, y casi pegado a la pared izquierda, desde las primeras canciones se fue gestando, poco a poco un habitual moshpit. Seriamos si acaso 20 personas dando vida al ya clásico ritual, cada vez se sumaban más. Algunos con la suficiente energía dejaban volar sus puños sin intención de herir a nadie, quienes llevaban más tiempo y se sentían más agotados, solo dejaban caer su peso entre la gente, dejándose llevar por el ritmo de la música. Algunos otros, con el espíritu de compañerismo siempre altivo, formaban escalones con sus manos, impulsando a los valientes que se atrevían a surfear entre la multitud.

En algún momento, entre golpes y empujones, se formaba una cadena de personas, con los brazos entrelazados haciendo espacio para que una chica pudiera atar sus agujetas sin ser lastimada, tiempo después, todos pararon y se encendió la lámpara del celular de alguien para alumbrar el suelo y buscar un objeto que un compañero había perdido. Si alguien se caía o resbalaba, quienes estaban alrededor le ayudaban a ponerse de pie, o formaban barreras con su propio cuerpo para que el compañero pudiera reestablecerse y no quedara herido mientras estaba vulnerable.


Siempre hablamos de la amistad que hay entre los integrantes de la banda, y de la manera en que conviven uno a uno con su público, siendo siempre uno más. Pero nunca –o pocas veces- hablamos de la amistad y el compañerismo que surge abajo del escenario, en donde las cámaras no apuntan ni los periódicos escriben.

Tengo siempre muy en alto, que el público de Tungas sabe ser, más que una población de individuos que comparte un gusto, una familia. Así, sin más. Sin reglas escritas, en las tocadas de Tungas, se respeta a las bandas que comparten escenario, sean quien sea. La violencia no es opción, se respeta a quien gusta y quien no de consumir alcohol, y si se encuentra algún artículo en el suelo, este siempre llega al escenario en busca de su dueño.


Era de esperarse que en una fecha tan importante, la familia iba a estar más unida que nunca, y así fue.

No importo la edad, ni el género de los asistentes, mucho menos la condición. Todos éramos uno. Logramos que en algunos momentos la voz de Aldo se perdiera entre el unísono de 300 voces cantando la misma canción, logramos que la temperatura del lugar aumentara varios grados, y que la lluvia de afuera se intimidara con nuestra fuerza. Logramos demostrar que después de 11 años, aún estaban los viejos amigos, encaminando a quienes acaban de aventurarse en este camino. Logramos, que quienes nunca paran de grabar cada instante con sus celulares, bajaran sus teléfonos y disfrutaran sin temor a no generar likes en Facebook.




Cuando todo termino, un wey me abrazo, y yo por consecuente, extendí mi brazo al compañero de al lado. Se formó un círculo de ¿20? Personas sudorosas, exhaustas y medio muertas. Ese abrazo era real. Con sentimiento.



“Esto es el punk rock, cabrones. No los conozco, pero un gustazo haber estado con ustedes” “A huevo, wey, pura pinche banda” Se escuchaba en el círculo. Algunos asentían con la cabeza, otros tantos buscaban estrechar el abrazo. Ya no había música, y el círculo perdió su forma. Uno a uno, nos despedimos con un abrazo. A huevo, cabron, que vengan más desmadres dije como una promesa a varios compañeros y salí del foro despidiéndome de mucha más gente de la que salude al llegar.



El lunes llegue al trabajo con el labio roto, un par de golpes en la cara, dolor de cuerpo y muchísimas ganas de dormir, y aunque a muchos les resulta intangible encontrar el placer en esto, yo puedo decir que ara mi lo es todo.

Mucho más de lo que se puede ver en fotos o videos de internet, y más de lo que se puede transmitir al portar una playera de tu banda favorita, creo que no hay mejor manera de estar presente que siendo parte de la tocada, viviéndola en todo momento y siendo parte de ello, porque quizá, ese momento y esa oportunidad no vuelvan a estar ahí.

Enhorabuena para los Tungas por todos los logros conseguidos, y un enorme abrazo a todos quienes fueron parte de la despedida de Vamos Perdiendo el Corazón, hoy más que nunca podemos gritarle a quien opine distinto, que nuestra escena está más viva que nunca. 

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