Exactamente un 26 de Abril de 2014, en Casa Del Lago se presentó oficialmente Vamos Perdiendo el Corazón, El
tercer disco de Tungas, quienes posiblemente no tenían idea de lo que pasaría
en las siguientes horas, ni en los siguientes años.
Ese día lo recuerdo porque estaba nublado, y durante gran
parte del camino discutí con quien me acompañaba si el clima sería un factor
que afectara el aforo del show. Llegamos y alguien leia un poema, mientras un
grupo de personas sentadas se preguntaban a qué hora saldrían a tocar los
Tungas. El show empezó, y muchos tomaron la decisión de quedarse al margen,
disfrutando de la música desde cualquiera de los laterales del foro o en la
parte de atrás, en donde podía apreciarse el show con una visión excepcional.
Yo y el amigo con el que iba, decidimos quedarnos al centro, casi hasta
adelante. No sabíamos que iba a pasar, pero empezaron a escucharse las primeras
canciones, fue más o menos en la tercera cuando dos tipos con crestas altas y
chamarras con estoperoles empezaron a provocar el moshpit. Vimos que se
empujaban y sin éxito intentaban que más asistentes se unieran, por lo que mi
amigo y yo decidimos entrar, yo empuje ligeramente a uno de ellos, el otro
devolvió el empujón, y antes de que terminara la canción habíamos 20 o 30 personas
formando un moshpit lleno de energía
y pasión.
La tocada transcurrió, todo se salió de control. Nadie lo
esperaba. Ese show se convirtió en algo inolvidable, que solo puede contar
quien estuvo ahí, porque, por experiencia propia puedo decir que ni en las
fotos ni en los videos que se pueden encontrar en internet, se va a poder
sentir nunca el calor humano, la hermandad, la libertad y la adrenalina que da
estar ahí, en el momento justo.
En los últimos 3 años he visto tocar a Tungas más veces de
las que puedo contar. Algunas siendo ellos los headliners, y en otras abriendo
sowhs o tocando mano a mano con otros compañeros, siempre dándolo todo arriba
del escenario, dejando caer hasta la última gota de sudor antes de dar por
finalizada su actuación.
Cuando se anunció la fecha de despedida para Vamos Perdiendo
el Corazón, supe que tenía que estar ahí, sentí un poco de tristeza y nostalgia
por que fuera el fin de un disco importante en mi vida, pero me sentí alegre
por ver todo lo que había sucedido sin que me diera cuenta en estos 3 años. Ya
nada era igual, los Tungas ya no son los mismos, yo no soy el mismo, mis amigos
son otros y las cosas que hago cada día son muy diferentes a lo que era en
2014, pero, sin siquiera dudarlo, sé que el sentimiento sigue ahí, igual de
fuerte que hace años e igual de explosivo que en cada show.
Acompañaban Días difíciles y Camiches, dos enormes bandas. Las indicadas
para dar inicio a este día tan especial.
Aunque durante las primeras horas me sentí un poco abrumado
por ver a tantas cámaras al frente tapando la visión de los asistentes que
tenían un lugar menos privilegiado, poco a poco el mismo público fue haciendo
lo propio, rebasando a los camarógrafos para estar lo más cerca posible del escenario.
Aunque no tuve la suerte de ver la actuación completa de Días difíciles, cuando llegue al foro
Bizarro, la gente se veía bastante emocionada, por lo que deduzco que su show
fue muy bueno.
Que chingon recibimiento, decían los Camiches asombrados por
ver a tanta gente corearlos, y el público respondía con gritos de emoción, con
peticiones de canciones y con los puños arriba “Camiches, camiches, camiches” retumbaba en cada esquina del
bizarro.
Yo ya estaba bañado en sudor, con esa sensación de asfixia inminente
común en las tocadas. Había dejado todo el aire que a mis pulmones le quedaban
en el show de Camiches, y sentí alivio por el pequeño descanso que el cambio de
grupo me dio. No había mucha luz, y solo se podía ver a algunos miembros del
staff arreglando los últimos detalles para que el show principal iniciara, cuando
todo comenzó a entrar en ambiente. En la música de fondo, empezó a sonar
“American Idiot” y varios de los asistentes comenzaron a corear y bailar la canción.
No lo pude evitar y deje salir un grito de emoción, demasiado estruendoso,
quizá. La chica que estaba enfrente de mi volteo entre aturdida y sorprendida
por mi emoción, sonrió ligeramente, y como siguiéndome comenzó a cantar. A ese
punto, ya todo el público estaba en el mismo canal, éramos uno mismo,
comprendíamos la emoción de las otras 299 personas alrededor. Estábamos ahí por
el mismo fin.
Como un preludio a lo que venía, continuo de fondo The Kids
Aren’t Alright de The Offspring. Cada vez se escuchaban más fuerte los Hohoo
que los asistentes seguían fielmente durante la canción.
Todo se apagó, los Tungas estaban en el escenario y ya todo
estaba listo. Era más que obvio que el Foro bizarro estaba por explotar.
Comenzó el show, se tocó de pies a cabeza Vamos
Perdiendo el Corazón pasando por momento emblemáticos, como la
emotividad que da Todo es tu culpa o el espíritu de rebeldía y hermandad que
todos sentimos al escuchar El ferrocarril. La tan esperada
colaboración de Ixchel Pérez en La Estructura sigue intacta hizo
explotar a todos y cuando llego el momento de Juventud deprimida el
ambiente ya era por demás cálido y excepcional. Vinieron algunas canciones mas,
y como siempre, la actuación de Tungas fue pulcra y sin errores, con todo eso
que ya es conocido de ellos en cada show.
Pero hay una historia, de la que hasta ahora ningún medio ha
hablado, porque no todos la vivieron.
No tan cerca del escenario, y casi pegado a la pared izquierda,
desde las primeras canciones se fue gestando, poco a poco un habitual moshpit.
Seriamos si acaso 20 personas dando vida al ya clásico ritual, cada vez se
sumaban más. Algunos con la suficiente energía dejaban volar sus puños sin intención
de herir a nadie, quienes llevaban más tiempo y se sentían más agotados, solo
dejaban caer su peso entre la gente, dejándose llevar por el ritmo de la
música. Algunos otros, con el espíritu de compañerismo siempre altivo, formaban
escalones con sus manos, impulsando a los valientes que se atrevían a surfear
entre la multitud.
En algún momento, entre golpes y empujones, se formaba una
cadena de personas, con los brazos entrelazados haciendo espacio para que una
chica pudiera atar sus agujetas sin ser lastimada, tiempo después, todos
pararon y se encendió la lámpara del celular de alguien para alumbrar el suelo
y buscar un objeto que un compañero había perdido. Si alguien se caía o
resbalaba, quienes estaban alrededor le ayudaban a ponerse de pie, o formaban
barreras con su propio cuerpo para que el compañero pudiera reestablecerse y no
quedara herido mientras estaba vulnerable.
Siempre hablamos de la amistad que hay entre los integrantes
de la banda, y de la manera en que conviven uno a uno con su público, siendo
siempre uno más. Pero nunca –o pocas veces- hablamos de la amistad y el
compañerismo que surge abajo del escenario, en donde las cámaras no apuntan ni
los periódicos escriben.
Tengo siempre muy en alto, que el público de Tungas sabe
ser, más que una población de individuos que comparte un gusto, una familia.
Así, sin más. Sin reglas escritas, en las tocadas de Tungas, se respeta a las
bandas que comparten escenario, sean quien sea. La violencia no es opción, se
respeta a quien gusta y quien no de consumir alcohol, y si se encuentra algún artículo
en el suelo, este siempre llega al escenario en busca de su dueño.
Era de esperarse que en una fecha tan importante, la familia
iba a estar más unida que nunca, y así fue.
No importo la edad, ni el género de los asistentes, mucho
menos la condición. Todos éramos uno. Logramos que en algunos momentos la voz
de Aldo se perdiera entre el unísono de 300 voces cantando la misma canción,
logramos que la temperatura del lugar aumentara varios grados, y que la lluvia
de afuera se intimidara con nuestra fuerza. Logramos demostrar que después de
11 años, aún estaban los viejos amigos, encaminando a quienes acaban de
aventurarse en este camino. Logramos, que quienes nunca paran de grabar cada
instante con sus celulares, bajaran sus teléfonos y disfrutaran sin temor a no
generar likes en Facebook.
Cuando todo termino, un wey me abrazo, y yo por consecuente,
extendí mi brazo al compañero de al lado. Se formó un círculo de ¿20? Personas
sudorosas, exhaustas y medio muertas. Ese abrazo era real. Con sentimiento.
“Esto es el punk rock, cabrones. No los conozco, pero un gustazo haber
estado con ustedes” “A huevo, wey, pura pinche banda” Se escuchaba en
el círculo. Algunos asentían con la cabeza, otros tantos buscaban estrechar el
abrazo. Ya no había música, y el círculo perdió su forma. Uno a uno, nos
despedimos con un abrazo. A huevo, cabron, que vengan más desmadres
dije como una promesa a varios compañeros y salí del foro despidiéndome de
mucha más gente de la que salude al llegar.
El lunes llegue al trabajo con el labio roto, un par de
golpes en la cara, dolor de cuerpo y muchísimas ganas de dormir, y aunque a
muchos les resulta intangible encontrar el placer en esto, yo puedo decir que
ara mi lo es todo.
Mucho más de lo que se puede ver en fotos o videos de
internet, y más de lo que se puede transmitir al portar una playera de tu banda
favorita, creo que no hay mejor manera de estar presente que siendo parte de la
tocada, viviéndola en todo momento y siendo parte de ello, porque quizá, ese
momento y esa oportunidad no vuelvan a estar ahí.
Enhorabuena para los Tungas por todos los logros
conseguidos, y un enorme abrazo a todos quienes fueron parte de la despedida de
Vamos
Perdiendo el Corazón, hoy más que nunca podemos gritarle a quien opine
distinto, que nuestra escena está más viva que nunca.
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